Capitulo 5: Tristani  

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ristani se percató de las dudas del muchacho y de cómo miraba sus pertenencias.

-¿Te gusta mi escudo eh? – Añadió con pericia- Lo encontré en la fortaleza abandonada. Tú… eres muy joven para luchar así. Y muy fuerte.- Sintió como el brazo le dio una punzada y se lo agarró con fuerza recostándose en la poca hierba que había en el paso.

- Creo que deberías volver al castillo con nosotros, a ella no le hará maldita la gracia, pero no puedes seguir el camino en ese estado.- Las palabras de Ethan le llegaban frías pero aún así su tono era cortés – Necesitas curas sen el brazo o acabara infectado. Por cierto, soy Ethan y el es Kaiser.

“Tiene razón no podré llegar a las ciudades humanas en este estado y dudo mucho que este chico sea humano asíque su castillo puede no ser seguro, quién demonios tiene un castillo aquí” A duras penas y en contra de su voluntad, Tristani acabó por aceptar la hospitalidad del joven Hyphire y casi en silencio llegaron alas puertas del Castillo de Cristal. Realmente hacía honor a su hombre pensó el hombre temiendo manchar los suelos con el rastro carmín que iba dejando. “Su grandeza aumenta a casa paso que damos hacia el. Esa puerta tiene que medir más de dos hombres. Será infranqueable una vez entre…” Entonces algo llamó su atención. Ya era sorprendente que el muchacho llevara un tigre enorme de acompañante si es que eso era un tigre igual que el no parecía un humano. A cada lado de los paños de la puerta había otros idénticos a Kaiser, inmóviles que de no ser porque el viento mecía su pelo Tristani habría jurado que eran estatuas.

Vio como Ethan hacia una reverencia en el rellano de la entrada y los enormes felinos respondieron con otra. Tristani jamás había visto unos seres así y recordó como un destello viejas historias de su mentor. Siempre había dudado de la veracidad de dichos cuentos. El castillo no le daba muy buena espina. Su cabeza iba deprisa, un castillo así, sería morada de alguien importante. Alguien con una guardia o una guarnición completa al juzgar por el tamaño. Posiblemente lo reconocería y sin duda tendría problemas. Por otra parte, podría ser que no fueran ni se codearan con humanos, cosa que lo inquietaba bastante. Había muchas leyendas sobre seres antiguos que hacia miles de años que no se han vuelto a ver. También estaba el dato que Tristani no había visto alma viviente hacia leguas aparte de los atacantes y sus nuevos amigos. Y ni unos ni otros pertenecían a dicha zona cubierta de hielo y nieve.

Debía parecer nervioso pues hasta le pareció que la voz del chico sonó condescendiente al comentarle que allí solo vivían su amiga, el y los “gatitos”. “Solo quería ver mi reacción”. No articuló gesto alguno.

Caminaron por el pasillo del recibidor y se deslizaron por las cocinas hasta uno de los salones donde solían cenar juntos.

- ¿Y dices que vivís solos los dos en este castillo tan enorme? Tu amiga debe ser alguien noble o de alta cuna para tener una fortaleza así… creo yo.

Vio como la mirada de Ethan se clavó en el curiosa y asentía a cada pregunta que el hacía con sumo cuidado y escogiéndolas con delicadeza. Y pudo fijarse en que al chico le sudaban las manos. “Vaya… después de todo hay alguien mas nervioso que yo en este momento… ¿qué temerá?”

-Aris…- saludó el muchacho al llegar al salón, pero no había nadie- Aris baja, tenemos un invitado y está herido- ahora había alzado un poco más la voz. No era aguda como la de un niño pero no llegaba a hombre. Tristani no le habría dado más de dieciséis veranos.

En ese momento la señora de la casa descendía por las escaleras lentamente. La encontró realmente preciosa. Su cabello casi blanco recogido en esa larguísima trenza, sus elegantes ropajes muy ceñidos, comparados con los que había visto en los reinos humanos. Era como si incluso la seda de ese traje quisiera abrazarla, a esa piel nacarada. “Menudas chorradas piensas” Se recriminó en un instante cuando incluso sacudió su cabeza pues no sabía si la cara que llevaba era algo vergonzosa y embelesada.

-Bienvenido sea entonces guerrero, sentémonos y comamos algo pues ese torniquete en el brazo puede esperar. Necesitáis entrar en calor y alimento.

Tristani escuchó como el joven Ethan narró a su amiga durante la cena todo lo acontecido. Ahora si veía el lado infantil de este, totalmente oculto cuando tenía un arma en la mano aunque se tratase de una simple roca. Entonces tuvo otro relámpago de recuerdos como el de los guerols en la entrada. “Una bruja blanca, cuyo poder es inmenso que hace siglos ayudaba a los hombres enloqueció unos la creen muerta otros congelada en su casa de hielo. Hacía siglos que nadie la vio…” Sí era ella sin duda no tardaría en descubrirlo.

La veía tan tranquila en ese gran sillón alejada lo máximo de la hoguera que daba calor e iluminaba la estancia. Le hacia preguntas al muchacho y acariciaba a Kaiser con una dulzura y un primor que cualquiera habría jurado que era una muñeca preciosa mas que una bruja poderosa. “Solo son cuentos… cuentos de viejos chiflados”.

Entonces comenzó a percatarse del tipo de preguntas que hacía. Preguntó sobre atuendos de los seres, preguntó sobre el paso y hacia donde iban y venían las huellas que había en la nieve, incluso sobre el olor que arrastraba el viento o hacia que lado apuntaban las sombras de cada uno cuando Ethan llegó al lugar. A Tristani le pareció que no eran preguntas de una dama tonta y descerebrada y pudo comprobar como el jovial y sonriente Ethan se había fijado hasta en el tipo de musgo y el liquen de cada roca… quizás no tanto pero su mente lo exageró con ironía así.

Aris lo estaba mirando fijamente, sus ojos eran muy claros. Con una forma bonita pero daba la impresión de ocultar algo.

-Bien, no se me ocurre como unos cuantos Jogans con lo inútiles que son han conseguido llegar tan lejos de casa – Bebió un trago elegantemente de su copa de cristal con el fino meñique levantado – aún menos porque parecían dirigirse al norte.

Le sonrió y el se puso nervioso.


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