Capitulo 4: Ethan  

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n el norte de Tahedib, el Sol salía como cada mañana reflejándose en cada uno de los picos de hielo. Sus rayos rebotan una y otra vez hasta alumbrar todos los rincones del reino. Comenzaba otra primavera que derretiría el hielo más débil pues nunca hace suficiente calor en estas tierras como para acabar con todo.

Ethan se desperezaba con la ayuda de su guerols, un felino blanco de dimensiones enormes ronroneaba a los pies de su cama intentando despertar a su amo.

- Buenos días, Kaiser – dijo el chico sacándose una gruesa piel de oso encima. Temblaba y renegaba con la cabeza se decía así mismo que no sería capaz de acostumbrarse al frío de este lugar. Se echó agua en la cara y apoyo las manos en la pila asimilando otro escalofrío aún más largo – Nunca está caliente, esta bruja nos acabará congelando.

Sonrió a Kaiser que estaba a su costado intentando darle algo de calor.

Como cada mañana hacia nueve años ambos salieron de la habitación recorriendo los blancos pasillos del Castillo de Cristal. La decoración era bastante inexistente pero tanto les daba, no les hacían falta según que cosas materiales. Ahora solo una cosa era importante, pues sabían que les esperaba un suculento desayuno en el salón. Ethan se sentó en la barandilla de las escaleras dejándose caer como un gran tobogán hasta el primer piso. Entraron al salón y allí estaba la bruja de la nieve, con su larga trenza y su vestido de raso blanco de finos tirantes desayunando café con hielo en el que mojaba delicadamente unas pequeñas galletas.

-Buenos días Ethan, Kaiser… Espero que hayáis dormido bien. La primavera vuelve y creo que os gustará saber que podéis volver a salir a jugar fuera. Esta noche las hordas y yo lo pasamos muy bien de nuestro ultima noche invernal – la vio suspirar y lanzar unas bandejas de mármol que resbalaban por la humedad del la mesa de piedra hasta que el las detuvo y cogió algo de leche templada y carne asada.

-Por fin… algo a una temperatura razonable – mostró una sonrisa a Aris y comenzó a comer – Supongo… - Tragó con ganas y bebió para bajar el nudo que la carne le hacia- que te iras a dormir, de verdad que no te entiendo, vives casi de noche con ese vestido sin mangas… Yo llevo pieles de oso por capa y ropas de lana gruesas y sigo teniendo frío. Un frío que solo mitigo cuando salgo con Kaiser a entrenar o correr. Eres realmente extraña.

- ¿Y quién no lo es joven Ethan? Supongo que es porque a los quince años la gente se sorprende más fácilmente. Yo ya no lo recuerdo – La vio acabarse el café y se despidió del muchacho deseándole un buen día.

Desde hacía un par de años Aris había dejado de entrenar con Ethan al que adoptó por recomendación de Ghonn para adiestrarlo. El sentía más bien que era su cautivo con honores. Desde entonces vivía cuando ella dormía. Para la bruja igual era un alivio pensaba el, por su parte era algo triste. Sentía soledad pues le quedaba Kaiser y algún guerols más de las hordas de Aris que tuviera insomnio esa mañana o le tocara hacer la guardia por el castillo.

El joven aprendiz deseaba volver a tierras calidas y ver mundo. Apenas recordaba nada de el. Aris siempre le decía que no era el momento, que tuviese paciencia, él sabía que dependía de Ghonn. Y llegaba a cuestionarse si el viejo mago se acordaba que había dejado a un niño de seis años en un castillo de mármol blanco casi congelado en el lugar mas apartado de Tahedib.

Terminaron el desayuno con algunos arandanos de los que la bruja guardaba para ella y se apresuraron a salir, el Sol volvía al reino y eso significaba que podrían volver a salir a cazar y jugar alrededor del castillo. Y como no, su pasatiempo favorito: Encontrar tesoros. Tenían un cofre lleno de los encontrados en la habitación de Ethan, una bota vieja, un escudo abollado de algún guerrero del ejercito humano, un par de piedras bonitas y el que más le gusta a Ethan una espada oxidada por el hielo con la empuñadura de fauces de dragón.

Ethan era un hyphire. Y tras un invierno duro en el castillo lo que más deseaba era extender sus alas y que el viento le acariciase la cara. Aunque dicho viento estuviese helado.

Pasaron el día corriendo y volando por la nieve. Cazaron un alce que asaron y comieron en un pequeño valle a los pies del Gran Desfiladero de las Drabas. Y entonces fue el comienzo del cambio para Ethan.

Se encontraban echando una pequeña siesta en uno de los pocos trozos secos que pudieron encontrar pues la nieve aún cubría la mayor parte del terreno. Un ruido metálico los despertó. Al principio se dijo que eran sus propios sueños que ya lo estaban desquiciando. Eran espadas, estaba seguro. Cuando abrió los ojos Kaiser ya estaba en pie con las orejas de punta mirando hacía el interior del desfiladero. La curiosidad de ver gente lo llevó a seguí el sonido, no pensó en el peligro ni en que podría pasarle. Solo pensó que por una vez en muchos años vería a alguien que no era Aris, Kaiser o Ghonn e Ivor que hacia cuatro años que no volvían a verlos.

“Ellos no tienen porque verme a mí” se dijo para convencerse de que podía ir a mirar.

Era una patrulla de Jogans (5) intentando reducir a un hombre o eso le pareció. Luchaba bien, se defendía con fiereza contra siete monstruos como aquellos. Eran una masa de músculos recubierta de escamas verdosas y marrones, el rostro era similar a un humano pero de rasgos mucho mas rudos sin pelo y sus colmillos similares a los jabalís los hacían tener un aspecto feroz. El los recordó enseguida del tiempo que pasó en su infancia en la Montaña Eterna retenido junto con Ivor. Sabía que no eran muy despiertos de mente pero si fuertes.

Solo bastó un cruce de mirada con Kaiser para que ambos se lanzaran desde detrás de la roca que estaban a ayudar al desconocido. No llevaban armas, Kaiser se bastaba con sus garras. Ethan recurrió a las piedras puntiagudas del suelo del Gran Desfiladero. La distracción que su entrada supuso un respiro mas que considerable al guerrero y uno a uno fueron cayendo heridos o muertos los apestosos seres. Su olor siempre repugnó a Ethan.

Mientras recuperaban el aliento se dio cuenta que tenia un costado dolorido por una de las mazas de sus contrincantes y cuando miró al extranjero vio que sangraba de un brazo casi a la altura del hombro. Lo vio famélico como si hubiese sido mas fornido pero ahora estuviera desmejorado. La barba la llevaba descuidada y el pelo negro enmarañado.

-Me llamo Tristani, me disponía a volver al valle de Xaním cuando me asaltaron para robarme lo poco que tengo- el hombre señaló el escudo y la espada que portaba.

“Miente” pensó Ethan.


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1 comentarios

claro que miente! ja! me gusta nena me gusta...dale caña a esa pluma I need more...ya t u sabeh :****

19 de enero de 2009, 9:47

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